sábado, 30 de octubre de 2010

Un poquito de turismo

Esta mañana por fin he podido dar un paseo largo por el casco histórico de Estocolmo. Tengo la suerte de que la línea de metro de la zona en que estoy llega justito hasta allí: a una pequeña isla llena de callejuelas adoquinadas, iglesias picudas y tiendas de souvenirs. Bienvenidos a Gamla Stan.

Aprovechando que era sábado, me he podido levantar más tarde. Bus, metro, y en seguida estaba en el centro. Como aquí comen tan pronto he hecho un "tojunto" (traducción casera de brunch) y a las 12  me he zampado una ensalada gigante (aparte de la base de lechuga, tomate y pepino podías escoger 5 ingredientes, ¡como en las pizzas!), un té de manzana en una taza enorme (parecía un cuenco de sopa más que una taza) y un kanelbulle, el descubrimiento culinario que más me ha gustado hasta el momento: los bollos de canela. Son como un cruce entre lazo y croissant pero sin relleno de crema, y llevan muuuucha canela y el interior es blandito, con una pasta de azúcar derretido y canela. Están de muerte natural. ¡Ñaaaaaam!
Después del almuerzo he estado consultando una de las múltiples guías de Suecia que me regalaron antes de venir, en particular la que me obsequió mi pequeña gran E. He decidido seguir uno de los recorridos a pie que sugerían y ha sido buena idea. La verdad es que las guías del Lonely Planet son de las mejores: traen menos fotos en color pero más cosas prácticas. Lo cierto es que como estaba ya en la ciudad vieja he hecho la ruta al revés, del final al principio... yo, siempre a contracorriente. 

He de decir llegados a este punto, que orientarse en Estocolmo es francamente difícil, y lo digo yo que normalmente tengo un GPS interno estupendo. Miras hacia alante por una calle y ves agua, hacia atrás y también ves agua, y al otro lado del agua hay edificios en otras islas y más agua, las calles no están paralelas en unas y otras islas obviamente, y ver dónde es el norte y el sur es un lío. La verdad es que cuesta un poco al principio. Cuando estás en una de las islas más grandes es más fácil, porque hay muchas calles y menos agua. 

Volvamos a mi paseo matutino. El almuerzo ha sido en un bar de la calle Stora Nygatan, que está llena de bares, tiendas de artesanía y cosas curiosas. Hacia el final de la calle por el sur, está el pub Stampen, un sitio con muy buena pinta, donde hay música en directo y han tocado leyendas del jazz, ¡hasta Woody Allen!. Cuando venga mi hermano lo tengo que llevar, que le va a encantar. 
De ahí me he cruzado a Vasterlanggatan, que es la calle principal de Gamla Stan. Es como la rúa mayor de Salamanca, para que os hagáis una idea. Está llena de tiendas de souvenirs: camisetas con la bandera sueca, peluches de Pippi calzaslargas y cascos con cuernos vikingos de plástico. ¡He visto un montón de cosas graciosas para regalar en navidades!. También hay muchos bares, restaurantes y alguna boutique. Si sigues esa calle hacia el sur llegas a una placita donde se cruzan varias calles y hay en el centro un antiguo surtidor de agua. A la izquierda queda la cafetería Sundbergs konditori, que es la más antigua de Estocolmo, data de 1785 y hay una mesa donde suele ir el rey a tomar café. Pero si está libre, se puede usar, siempre que seas un grupo de más de tres personas. Es curioso. Este sitio tiene unos pasteles increíbles, y, según algunos, el mejor café de la ciudad. 

Girando desde esta plaza y siguiendo por Osterlanggatan se llega a la estatua de San Jorge matando al dragón. Cogiendo la calle detrás de la estatua hacia alante llegamos a la plaza donde está el museo de los Nobel, una fuente que parece una campana gigante y varios bares con buena pinta, tendré que probar poco a poco los sitios. Detrás de esta plaza se accede al palacio real, la residencia oficial de los reyes de Suecia (aunque a diario no viven aquí, sino fuera de la ciudad, esto es sólo para las recepciones oficiales). El palacio es gigaaaanteeescooooooo, y se pueden visitar los apartamentos reales, ver las joyas de la corona... etc. También el museo de la moneda y alguno más. Así que supuse que se tardaría un montón en verlos y lo he dejado para otro día porque solo quedaba una hora para que cerraran.
 

Cruzando por un puentecito hacia la zona centro de Estocolmo (distrito de Norrmalm) tenemos en medio en una isla pequeñita el parlamento. Es un edificio cuadrado enorme que parece salido de París. Al cruzar la isla, al otro lado aparece Gustav Adolfs Torg, con una estatua ecuestre de este rey a caballo y un montón de palacios alrededor, incluyendo el de la ópera. Por detrás de la ópera está el parquecito Kungsträdgarden, donde en invierno hay una pista de patinaje sobre hielo.  Los niños intentaban patinar con zapatos y todo, pero con los 7ºC que había hoy (una temperatura estupenda), aún no estaba abierta al público.  Además, también había una especie de contrarreloj de ciclismo, tenían el parque vallado y los ciclistas estaban dando vueltas a la plaza a toda leche tan entregados como si fuera el tour de Francia. Los que pasaban por allí les animaban, aunque la mayoría no sabíamos de qué iba la historia.

Desde allí he vuelto a la plaza de Sergels Torg, con su "picuruto" en medio y la estación central de metro (T-centralen). Me he hecho el carné de las bibliotecas públicas en el kultur huset (casa de la cultura) que está en la plaza. Así podré coger libros, entrar en internet y quizás apuntarme a algún curso de sueco. 
También he dado una vuelta por el omnipresente H&M. Con lo que a mí me gusta esta tienda, y aquí está por todas partes (es una marca sueca). No me he comprado nada porque como tengo que mudarme al piso la semana que viene no quiero cargar con más peso aún. 

He vuelto al hotel a eso de las 4 y media y ya me he quedado en la habitación porque mis tripas se han rebelado y han estado bastante pachuchas de tanto comer fuera de casa, así que ha sido tarde de descanso y recuperación. Espero que mañana ya hayan vuelto a su ser. 

Si me levanto a una hora razonable y me veo con ganas haré más turismo, ¡y os lo contaré puntualmente!.

martes, 26 de octubre de 2010

Jag har ett hem

Jag har ett hem. O lo que es lo mismo, ¡¡¡ TENGO CASA !!!. Después de toda una odisea tanto desde España como luego aquí para buscar, ver y convencer, ya tengo un hogar. Ha sido como el viaje de Frodo para destruir el Anillo de poder, pero sin orcos.

No había visto ningún país donde fuera tan complicado encontrar alojamiento. Aquí todo el mundo, cuando cumple los 18 se va de casa. Por estar en la facultad reciben un "mini-sueldo" para subsistir y ser independientes, que luego pueden devolver cuando trabajen, como si fuera una "micro-hipoteca": 20-30 euros al mes que te van quitando del sueldo a lo largo de muchos años. Así que hay un montón de jóvenes recién salidos de su casa buscando piso. A esto se suman los que ya han acabado la carrera, las parejas jóvenes...etc. Y todos buscan el mismo tipo de vivienda pequeña y asequible, por lo que hay una demanda increíble, y poca oferta. Por eso, en cuanto se anuncia en una web un piso con buena pinta, al día siguiente ya está alquilado.

Lo que estaba claro es que desde España era imposible cerrar algo, pero sí era bueno tener un poco visto como funcionaban las cosas. Así que me vine, gracias a mi jefa soriana, con un montón de buenos contactos dispuestos a ayudarme. Y por otro lado, gracias a mi padre, tengo otro contacto que  me ha ayudado a entender cómo es el sistema sueco de alquileres y los procedimientos legales. El caso es que entre unos y otros al final ha surgido una casita para mí.

Hablando de casas, hay unas cuantas costumbres suecas que a los que venimos del sur de Europa nos chocan. Una de ellas es la de quitarse SIEMPRE los zapatos cuando se entra en una casa. Se hace para no manchar y no estropear el parqué. Más vale llevar los calcetines sin tomates pues. A la entrada la gente suele tener un mueblecito bajo de zapatero para dejar los susodichos al entrar, y una alfombrilla para poder descalzarte y pisar ahí mientras tanto. Es un poco engorroso en invierno con las botas y demás, pero la verdad es que es más limpio (con el suelo, porque al que le huelan los pies ¡tela marinera!). Y así nadie puede protestar por el taconeo de la vecina...

Más cosas diferentes, que aquí muy poca gente tiene lavadora en su casa. Suele haber un cuarto lavandería común para el bloque con varias lavadoras, secadoras... etc. Cada vecino, en una lista o un panel digital, según lo moderno del sitio, se reserva un par de horas o tres para hacer la colada en un día de la semana. Todo muy organizado. Hay hasta una lavadora grande para las alfombras,  así que supongo que no gastan mucho en tintorería. Es como en las series americanas. Sólo la gente más "pijilla" o con niños (que están todo el día manchándose) tiene lavadora.

Más cosas curiosas, debe haber bastante gente, que ¡NO TIENE TELEVISIÓN en casa!. Al parecer es por temas de ecologismo, porque contaminan mucho.  Para mí, aunque puedas ver las noticias en internet no es lo mismo... En España sería impensable. Como para dejar a las marujas sin su Belén Esteban o su Diario de Patricia. ¡Pondrían el grito en el cielo!. Imaginaoslo: "¡Pepaaaaa! Que mi niño ha tirado la tele a la basura. El jodío tonto dice que contamina.  Pues me voy a tu casa a ver la novela, que hoy se casa José Francisco Tomás de los Dolores y no puedo perdérmelo!!".

También choca que las casas no tienen las calidades que en España. A la gente le da igual que la mesa sea de caoba o de contrachapado, que las lámparas sean de cristales de swarovsky o de papel y plástico. En fin, que si inventaron el Ikea es por algo, porque ven la casa como un bien de consumo, algo que presta un servicio, no para llenarla de cosas bonitas y enseñársela a todo el mundo. Es otra forma de ver las cosas. Por cierto, hablando de Ikea, estoy en un hotel al lado del más grande del mundo. Ocupa como una manzana gigante, tiene dos paradas de bus propias.

En resumen, que me estoy yendo por las ramas y no son horas, la semana que viene, con permiso de la autoridad y si el tiempo lo permite (vamos, ya pueden caer chuzos de punta que yo me voy para allá) me mudaré a mi piso y dejaré de dar tumbos por los barrios de Estocolmo. Así que el próximo capítulo del blog, ¡desde mi nuevo sofá!

sábado, 23 de octubre de 2010

Primeras impresiones (Parte 2)

He de resumir lo que ha pasado en dos días, porque he mentido un poco y no he escrito diariamente. 
Hoy es sábado. Aquí los fines de semana son parecidos a España. El sábado hay ciertas cosas que están abiertas, puedes quedar con un sueco para hablar de negocios...etc. El domingo es cuando está todo cerrado y la gente valora su tiempo en casa y en familia. Así que, como hoy puede que me reclamen dentro de un rato voy a intentar contaros cosas antes de irme. 

El jueves fui a primera hora a ver a mi jefe y mi nuevo trabajo. Para ello, como estoy en la isla de Lidingö, primero tuve que coger un autobús para cruzar el enorme puente que la separa de Estocolmo centro, después un metro hasta la estación central, y luego un tren de cercanías, que aquí se llama Pendeltåg (tren péndulo). Así que mi "bautismo" sueco fue con los transporte urbanos. He de decir que funcionan estupendamente. Recuerda a Suiza o Alemania, puntuales, la gente espera a entrar al metro cuando han salido los que estaban dentro... estos suecos son muy civilizados. 

En lo poco que vi durante mi ruta comprobé que en extensión es bastante grande el centro de Estocolmo, y que comparado con Salamanca o Badajoz, ahora voy a tener que moverme como en Madrid. Siempre en bus o metro. Me servirá para aprender un poco de sueco, porque, igual que en el metro de Madrid, una señorita invisible te van cantando las paradas. Nästa: Södermalmstorg (por ejemplo). Que a un español le suena como naaaaaaassta: soooodermalmstorg. Creo que las diéresis lo que hacen es alargar las vocales. Esto se pronuncia parecido, pero la mayoría de las cosas no tienen nada que ver. En mi viaje en metro...etc. también pude comprobar que el idioma no se entiende un pimiento. Suena a una mezcla entre alemán y élfico del Señor de los Anillos. Entre eso, y que la mayoría de la población es rubia, con la naricilla chata y respingona y los pómulos marcados, parecen elfos de verdad sacados de la película.Vi unas cuantas chicas con el pelo larguísimo y casi blanco que habrían servido para hacer de Galadriel estupendamente. 
Otra cosa a tenor de la cuestión: no todo el mundo es rubio. El 70% de la población (aproximadamente), que son suecos de origen sueco, son todos o rubios o castaños, y la mayoría de ojos claros. El otro 30% son inmigrantes o hijos/nietos de inmigrantes, así que puedes ver africanos, indios, latinos... de todo un poco. Por lo que no voy a ser la única de pelo oscuro por estos lares. Puede que la única tan blanca de cara y con el pelo tan negro si. Esa combinación no es muy frecuente. 

Sigamos con la historia que me estoy yendo por los cerros de Úbeda.
Donde voy a trabajar no es el Karolinska del centro, que está en la zona de Solna, sino el que está en un barrio del sur, en Huddinge, aunque mi parada de tren/autobús es Flemingsberg (una mas que Huddinge centro). Nada mas bajar del tren, con el sol estupendo que hacía el jueves, la vista de las vías y los árboles otoñales parecía otro "wallpaper" robado a windows. Al subir las escaleras mecánicas y salir a lo que es el campus, me recibió una plaza redonda con un edificio semicircular que tiene una cafetería enorme, una biblioteca y más cosas que no se ven desde fuera. Enfrente, una librería con todo lo necesario para los estudiantes. El pavimento de la plaza redonda es de pizarra u otra piedra negra muy parecida, y, justo en el centro, ¡¡ hay un roca gigante con árboles y todo !!. Es como si hubieran plantado en medio de la plaza un trocito de Pirineo, o una de las rocas grandes de Valonsadero donde trepamos para ver la Saca (para los sorianos). Sólo faltan las cabras montesas. Me quedé de pasta boniato cuando lo vi. ¿Cómo se las apañaron para ponerla ahí en medio? Igual ya estaba e hicieron la plaza alrededor... tengo que preguntárselo a alguien.

Cruzando la plaza redonda se ve un edificio grande donde pone en letras enormes: KAROLINSKA. Eso es el hospital, que aquí se dice sjukhus, y se pronuncia algo así como "shiujus". En frente, unido por unas pasarelas y un puente, está el edificio Novum, que será mi lugar de trabajo de ahora en adelante durante los próximos dos años. En el hall había quedado con mi jefe, un español que lleva tantos años aquí que es casi sueco. Estuve viendo el laboratorio y me presentaron a un montón de gente de quien no recuerdo casi ningún nombre, como me pasa siempre. Comimos en la cafetería de abajo y, con material para leer en estos días y a la espera de empezar el lunes que viene, me marché de nuevo hacia el centro. Aproveché para hacer fotos porque salió un día de sol increíble. 

Por la tarde quedé con un conocido de mi padre que lleva más de 25 años en Suecia. Aunque es latinoamericano, así que pude entenderme en español perfectamente con él. Frente a un café me explicó las particularidades del sistema de alquileres sueco, lo que me pueden pedir y dónde me tengo que fijar para que no me engañen. Fue muy útil. 
Después, me acompañó a ver un posible piso. Tenía cosas buenas y malas, y, a la espera de ver algún otro, todavía no me he decidido ni he dado una respuesta definitiva. 

Tras un primer día intensivo, cogí de nuevo el metro y el bus y  volví al calorcito del hotel agotada pero contenta con cómo me había ido el primer contacto con Estocolmo. 

Ayer viernes estuve también dando una vuelta por el centro pero no pude ver más pisos, fue un día más tranquilo. Lo más llamativo fue la pedazo de nevada que había caído durante la noche, y la ventisca que había cuando me levanté. Menos mal que no tenía que ir a trabajar, porque debía hacer un frío bastante importante. Sin embargo, después salió el sol y quedó un día precioso. He de decir que los suecos se parecen un poco a los sorianos, ayer habría un par de grados como mucho y estaban en la plaza de Sergels Torg sentados en los bancos y en las escaleras "tomando" el sol. Nosotros  no somos tan exagerados, ¡por lo menos 10 grados para ponernos a tomar cañas en la Herradores!. Respecto a esto me quedé de piedra al ver a algunas chicas ¡¡ SIN CALCETINES !!. Creía que eso sólo lo hacían las señoras mayores sorianas. Otra cosa que demuestra lo adaptados que están a su clima: no moquean. Yo me pasé el día pañuelo en mano, porque entre el catarro y los cambios frío/calor del bus y el metro a la calle, tenía mocos para dar y regalar. Allí nadie se sonaba,  ni tenían la nariz enrojecida por  tener siempre un "kleenex" rozando. ¿Será que se sorben los moquillos? ¿se suenan cuando van al baño? ¿se los comen a escondidas? La respuesta a estas y otras preguntas, en próximos capítulos.

Poco más que contar, que ya me he extendido bastante y no quiero aburriros. Novedades de hoy: que mi catarro soriano se ha aliado con el tiempo sueco y estoy un poco pachucha. Voy a darme una ducha y cruzar los dedos para encontrar un piso prontito.

viernes, 22 de octubre de 2010

Primeras impresiones (parte I)

Ya estoy en Estocolmo. Los que me conocen saben que he tenido que posponer el viaje durante dos semanas y de ahí viene el "ya". La razón: lo terriblemente difícil que es encontrar piso por estos lares. Pero como eso todavía no lo tengo resuelto, cuando por fin esté instalada en un sitio definitivamente hablaré sobre el tema en otro post.

El de hoy va a ser como una tormenta de ideas: todo lo que se me ha pasado por la cabeza desde que aterricé ayer en Arlanda y puse pie en tierras suecas.

Me fui el martes a Madrid ya que el vuelo salía el miércoles a las 10:20 y si hubiera dormido en Soria tendría que haberme levantado a las 5 de la mañana para llegar a tiempo. Y eso mejor se lo dejamos a los panaderos y otros madrugadores.

A eso de las 8 de la mañana cogí un taxi hacia la T4 de Barajas acompañada por mi hermano y mis dos "mega-maletas". Él venía para ayudarme con las susodichas. Tuve suerte y la grandota estaba ¡¡en el peso justo!!. Lo malo es que tuve que pagar recargo por facturar también la pequeña, pero con lo que pesaban ambas como para ir cargando con más equipaje de mano. Ya tenía bastante con el portátil y el abrigo. Sin contar con las chirucas, que casi son equipaje de mano también. Además, siempre te hacen quitártelas en el detector de metales. 
Sin novedad llegué a la puerta de embarque, y por culpa del jaleo que se ha montado en Francia (para los que vivan en un universo paralelo y no se han enterado pinchad aquí) se retrasó mi vuelo una hora. Me senté con mi blanco compañero de batallitas (mi macbook) y a cambio de 5€ para AENA pude responder a los correos y contaros cositas. A mi alrededor señoras rubias cincuentonas y un grupo de adolescentes rubicundos esperaban para volver a su hogar. Una vez en el avión, siesta, comida frugal, siesta y ...¡llegamos!. En el aeropuerto, tras seguir el cartel de ARRIVALS durante un buen trecho, recogí mis maletas emulando a Perurena, hice acopio de mapas de Estocolmo y me dirigí a la salida en busca de un taxi. 

El aeropuerto de Arlanda está a unos 40 km de Estocolmo. Si no vas con una barbaridad de equipaje, lo más cómodo es coger un tren, el Arlanda Express, que en 20 minutos te deja en el centro de la ciudad. También hay autobuses directos. Yo, debido a mi cargamento, me decanté por el taxi. Por recomendación de mi jefe escogí uno de la compañía Taxi Stockholm, porque son más baratos y fiables que los de empresas privadas. Llevan su taxímetro, su GPS y hasta te dan un recibo si quieres. 

En la media hora de trayecto pude observar el campo sueco, con su mezcla de coníferas y árboles de hoja caduca, como os contaba a través del "facebook", parecía un fondo de pantalla típico de otoño.  No es muy montañoso, todo árboles y de vez en cuando alguna casa. Después de la autovía y algunas calles en las que solo había bosque y carril bici, cruzando un puente llegamos a la isla de Lidingö, donde está mi hotel. Tuve que reservar aquí porque al no hacerlo con antelación estaba muy difícil encontrar algo por el centro y que no fuera carísimo. Además, las habitaciones tienen una pequeña cocina, y el precio del alojamiento se compensa preparándote tu propia comida. 

Así que fui a un supermercado que hay aquí cerca y compré avituallamiento, comprobé que se hace de noche a las 6 de la tarde (y estamos en octubre) y aluciné con el pasillo entero de tipos de pan tostado que había. Tienen cientos de clases de ese pan finito y como de cartón que usan sobre todo en los desayunos. También de ese otro que es blandito y aplastado (como el de los bocadillos del Tribecca, para los sorianos). Además, había cosas sorprendentes como la leche de soja de... ¡¡la central lechera asturiana !!. También había un sinfín de dulces de aspecto estupendo, bollería al peso y demás delicias "engordantes" que aún no he probado por si me vicio. Iré poco a poco que tienen pinta de ser adictivas. 

Otra cosa que descubrí en ese primer paseo, aparte de que hacía un frío que se corresponde a Soria pero un mes y medio adelantado en el tiempo, son los semáforos. Tienes que apretar un botón para que se ponga en verde. Hasta ahí todo normal. El caso es que cuando lo aprietas empieza a sonar como el segundero de un reloj viejo: tac tac tac tac. A un ritmo constante. Y, cuando se pone en verde, de repente se acelera y parece una ametralladora de película: ratatatatatatatatatatatatatatatatattaaaa. Así que no sabes si salir corriendo al trote o buscar refugio en una trinchera. Estresa un poco, la verdad. 

Cené y estuve hablando 45 minutos por el skype con la familia. Qué invento más estupendo, si no fuera por eso no ganaría para conferencias internacionales. Además, mis padres me ven y parece que estoy más cerquita y yo los veo a ellos y puedo contarles mis cosas y ver las caritas que ponen. 
Tras la charla, cansada por el viaje pero con la mente en plena ebullición me fui a dormir a eso de las 11, intentando adaptarme a mi nuevo horario sueco. 

Y mañana la segunda parte de mis primeras impresiones, porque llevo todo el santo día dando vueltas y estoy que no puedo con mi alma.