sábado, 21 de mayo de 2011

Hasta el 40 de mayo...

Yo creo que los refranes son universales, porque ya hay unos cuantos que por aquí también he visto que se cumplen. Y este de los que mas, porque pasamos hace tres semanas de la manga corta a la nevada matutina. Como diría mi amigo Dani... ¡mátame camión!.
Hoy sin embargo no voy a hablar del tiempo, era solo una muletilla introductoria porque es lo primero que se me ha ocurrido al ver que estamos a 21 de mayo y hace mas de un mes que no os cuento nada. Y en este tiempo han pasado... ¡un montón de cosas!.

Vino y pasó la semana santa, que aquí llaman simplemente pascua (Påsk) y se dedican a decorar las casas con figuritas de gallinas y a comer huevos de chocolate pero sin sorpresa. El viernes santo  (Långfredagen) hice mi primera excursión a Vaxholm, un pueblecito costero que en verano está a reventar de turistas, así que probablemente lo vi en el mejor momento, cuando todavía no había apenas gente. Y allí, en una pequeña playa junto a una pareja de patos probé por primera vez las frías aguas del Báltico. Vaaaaale, solo metí los pies, pero es que ¡hacía apenas dos semanas que se había quitado el hielo!. Dadme un mes y seguro que estoy nadando, que soy de Soria, ¡hombre ya!. Los que de pequeños nos bañábamos en la Laguna Negra no nos asustamos fácilmente.

Aunque no cogí vacaciones como tal me crucé el Báltico de sábado a lunes de pascua (Annandag påsk, aquí festivo) para visitar Riga, la capital de Letonia. Gracias a RyanAir y sus perpetuas rebajas aunque apretados asientos, en una horita nos plantamos en otra de las repúblicas con nombres fáciles de confundir. Creo que me las voy aprendiendo gracias a Eurovisión, para que luego digan que el festival no sirve para nada...

Es una ciudad preciosa, recomiendo vivamente su visita a todo el que esté leyendo estas líneas. Son todo ventajas: de pequeño tamaño se ve en un fin de semana tranquilamente, es muy bonito y si vas desde Estocolmo te resulta tremendamente barato. Una cerveza a 2,5€ ¡ya no recordaba lo que es eso!. He de decir que sorprende gratamente, porque nadie espera de una antigua república rusa esa cantidad de edificios Art-Nouveau, esas iglesias de todo signo, esas casitas tan monas en el casco antiguo y ese solazo que nos alumbró todo el fin de semana. Eso sí que fue una suerte, a cualquiera que se le diga que he estado tomando el sol en Letonia mientras en España caían chuzos de punta... 

Lo malo de este "post" es que como ha pasado bastante tiempo ya no puedo contaros todo al detalle en plan guía de viajes. Entono el mea culpa y prometo en mi próxima escapada escribiros justo al volver y contaros  todo con pelos y señales. 

Después de un fin de semana estupendo con gente estupenda tuve que volver a Estocolmo, empaquetar todos mis trastos y... cambiarme de piso. Tranquilidad, que estaba ya todo previsto, os lo cuento así por ser un poquito melodramática. Fue una semana muy movidita: el miércoles firmé el contrato, el jueves llevé la primera bolsa con las botas de nieve y demás aparejos invernales, el viernes fui al Ikea y me compré una cama, el sábado por la mañana me la trajeron a casa y ese mismo día mis amigos me ayudaron a cargar con las cosas más pesadas para llevarlas de mi antiguo piso al nuevo. En un viaje lo llevamos todo, porque en seis meses de estancia "Estocolmiana" tampoco me ha dado tiempo de acumular demasiados zaleos (gran palabra que los salmantinos conocen bien). Esa fue mi última noche en Slussen. Han sido seis meses viviendo en lo que podría ser el Fuencarral madrileño, el "fucking middle" del moderneo y del Estocolmo más "cool". He sido una privilegiada gracias a mi jefa soriana, las gestiones de mi contacto sueco y la magia del facebook. Para que luego lo critiquen... ¡a mí me salvó de vivir bajo uno de los múltiples puentes de esta ciudad!.

El domingo de esa semana tan intensa fue agotador: limpié mi antiguo piso, el nuevo, y aún tuve que hacer tres viajes más para terminar de traer todo lo que faltaba. Caí en mi nueva cama como un saco de cemento (pero de los de antes, los que pesaban 50 kg). 

Llevo en mi nuevo hogar un par de semanas y... me encanta. Sigo en Södermalm pero ahora hacia el oeste, muy cerca del agua, enfrente de un parque pequeño y muy cerca de uno enorme (Tantolunden). Es un barrio más tranquilo pero muy bonito, con tanto árbol y tanto verde... no parece el centro de Estocolmo, la verdad. Y el piso está muy bien, para los estándares suecos puedo decir que es grande, para los españoles sería más bien pequeño-mediano. Estoy muy a gusto y no he tenido ningún problema, salvando el detalle de haber perdido esta semana la llave de la lavandería y tener una tonelada de ropa sucia acumulada y el armario vacío. Espero que ser resuelva la cuestión en la semana que empieza. Por el momento ha acudido al rescate una amiga mía que me va a prestar medio turno de "laundry" en su casa. No voy a dar detalles porque seguro que para los suecos eso de compartir la lavadora con un "no-residente" en el edificio es ilegal, con lo particulares que son para el tema tvätt...

Y con esto y un bizcocho creo que termino mi post de hoy, porque esta mañana he hecho kayak por primera vez y estoy bastante contrahecha. Tres horas remando, parte de ellas a contracorriente ¡te deja hecho polvo!. Recordaba a las películas en que castigan a alguno mandándolo a galeras. Faltaba el tío del tambor diciendo "¡reeemeeeeen! ¡reeemeeeeeeen!". Ha sido muy divertido y las vistas del Stadshuset desde el agua son IMPRESIONANTES. Altamente recomendable, la verdad. Solo espero que el próximo día no haga tanto viento, no se me rompan los pedales de virar y no perdamos a ninguna rubia por el camino ;P

Os dejo malandrines, que me llama el sofá.
Más historietas estocolmianas en próximos episodios.